Como
viene siendo habitual en los últimos años, tras el cambio de
horario del mes de marzo, la Concejalía de Deportes del Ayuntamiento
de Coria, planificaba la ruta senderista PR CC 3 “Minas de
Wolframio” en la misma localidad de Tornavacas, en la comarca del
Valle del Jerte.
A
pesar de coincidir con la celebración del “Domingo de Ramos” y
de contar con una meteorología poco apetecible para la realización
de este tipo de actividad, una treintena de senderistas procedentes
de Plasencia, San Gil, Tejeda y Coria, nos lanzamos a recorrer los
más de dieciséis kilómetros con los que contaba la ruta.
Bajados
del autobús pertrechados de chubasqueros, polainas y todo tipo de
prendas impermeables, iniciábamos la marcha desde la zona alta del
pueblo para bajar a la Fuente de los Mártires, como comenzábamos el
ascenso primero por pista y después por una estrecha senda hasta
llegar a una derivación que nos posibilitaba subir al mirador Monte
de la Cruz, lugar donde se podía divisar el encantador paraje del
Valle del Jerte. Desde este punto volvemos de regreso por la senda
hasta cruzar un pequeño arroyo que pasa cerca de una antigua
prospección, hasta salir al GR 10 para subir al Puerto de
Tornavacas. Allí, la ruta atraviesa la carretera N-110 y nos lleva a
una antigua mina de wolframio, la de Santa Ana, donde se observan los
restos del molino machacadora y las viviendas de los encargados y
escribiente. La extracción del mineral wolframio (o tungsteno),
conocido en la zona como wólfram, marcó una época y una forma de
subsistir en la población de Tornavacas, con su explotación más
severa durante la Segunda Guerra Mundial. Existen varias
explotaciones de este tipo en toda la comarca, aunque actualmente lo
que puede verse son los restos de las excavaciones.
En
lo alto del Puerto, a pesar del temporal de agua y nieve que estamos
sufriendo, comprobamos la excasa presencia de nieve que se mantenía
en la zona, por lo que decidimos continuar el camino que accede a la
mina hasta llegar a encontrar una tupida capa de nieve que
dificultaba la marcha de los caminantes. Alcanzados los 1.300 metros
de altitud retornamos de nuevo al límite de provincia.
La
bajada desde el Puerto de Tornavacas hasta el cruce con la ctra.
N-110, fue el momento más entretenido de la ruta, pues nos
encontramos con una cerrada vegetación paralela al arroyo
Martidegundi, que obligaba a los andantes a sortear todo tipo de
ramas y escalones que dificultaba el descenso ralentizando la marcha.
Tras cruzar la Nacional, muy transitada por el tráfico, continuamos
por un camino cementado entre bancales de cerezos propios de la
comarca, donde pudimos observar el retraso que este año lleva la
conocida floración de los cerezos.
Después
de seis horas de ruta, más de dieciséis kilómetros recorridos, y
con +725 metros acumulados, llegabamos a la población del punto de
partida.
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